martes, 4 de octubre de 2011

El día en que nací, mamá tuvo que aferrarse. A pesar de mi tamaño, se fusionaba.
Yo parecía normal, todos lo decían, no era una sorpresa para nadie. Y eso me enojó. Como venganza, hice fuerza, mucha fuerza hacia mis costados, y ¡pum!, dos aletas de pez salieron de dentro mío. Todos quedaron boquiabiertos, absortos. Me miraron por horas sin decir una palabra, inmóviles.
Yo, supe que sin dudas los había sorprendido. Entonces, guardé mis aletas de pez y me dormí en brazos de mamá.

JmV

2 comentarios: